sábado, 27 de agosto de 2011

NO SOMOS NADIE


Un artículo de Paqui Castillo Martín
Estamos ante un tiempo nuevo, un tiempo de cambios dramáticos que han producido una crisis de valores sin precedentes en la Historia europea occidental.
Ante esta realidad inédita e inquietante, de nada sirven las fechas, los hitos y los ritos inveterados de la cultura hispana. Si en el pasado nos equivocamos al aplicar a los problemas la típica máxima autóctona del sálvese quien pueda, en el presente, este presente reflejo de nuestras fobias, nuestras miserias y nuestras dudas, no tendremos quien nos salve.
Dice José Enrique Ruiz-Domènec que las dificultades por las que atravesamos reclaman imaginación y generosidad. ¿A quién se ha de exigir tamaño esfuerzo, a los políticos, que son los primeros en abandonar el barco cuando se produce el naufragio, o a los pobres ciudadanos, que quedan inermes navegando a la deriva de una mar océana sin costa a la vista?
Crispación
El hombre es un lobo estepario que en los momentos difíciles deja de pensar en la manada y sólo se preocupa de que siga en pie su madriguera.
Este canis lupus que es el español de a pie nunca se fió de sus políticos, ni siquiera en la era de las grandes ideologías. Cuando, durante la ardua transición hacia la democracia, se abrieron los cauces legales que permitieron a la izquierda alzarse con el poder, la ciudadanía contempló con recelo cómo sus ilusiones de cambio eran frustradas por los tejemanejes de la derecha renacida, coaligada con algunos medios de comunicación sectarios y serviles que transformaron un bello sueño en una pesadilla martilleante bautizada con el nombre de crispación. Y con crispación seguimos, pagando la cuenta de los platos rotos que se han tirado a la cabeza nuestros dirigentes políticos . Desde entonces, no hemos podido dormir tranquilos pensando en qué hemos hecho nosotros para merecer un  estamento director tan mal avenido.
Sin embargo, si de lo que se trata es de buscar culpables  históricamente responsables de nuestros pasados fracasos, no es correcto atribuirlos todos a una desacertada toma de decisiones por parte de nuestros gobernantes. Hemos tenido, bien es cierto, tiranos terribles, bien legítimos, bien impuestos por la fuerza de las armas, que sojuzgaron al pueblo hambriento coartando sus libertades fundamentales durante siglos. Pero no es menos cierto que los dirigentes reformistas de cualquier época o signo se han encontrado con la rémora de un país sumido en el caos del atraso industrial promovido por los intereses de una casta de integristas ultramontanos que, coaligada con los servidores del palio y el solio pontificio, ha frenado cualquier intento de modernización e integración de España en los circuitos del comercio, la industria y la prosperidad mundiales.
Complejos históricos
Cuando se habla de Historia, cuando tratamos de interpretar la realidad a la luz de circunstancias pasadas, no es de recibo comparar términos heterogéneos, igual que no se pueden mezclar ácidos y bases. La España imperial del siglo XV no es la misma que la decadente España del  XVII, ni responde a los mismos presupuestos de aquella otra que contempló en dos ocasiones distintas el amanecer republicano. Intentar dar un enfoque en profundidad de nuestra andadura histórica requiere un análisis exhaustivo de cada una de estas manifestaciones  particulares de nuestra manera de ser y estar en el mundo, de nuestra españolidad. Estamos ante una realidad nueva que nos pide soluciones nuevas. Agotadas las lecciones históricas, sólo nos queda el recurso de bucear en el pasado para intentar no tropezar por enésima vez con la misma piedra de la indecisión y la inoperancia de nuestro sistema. De la España que gobernaba todo el orbe desde El Escorial no quedan más que ruinas, pero a buen seguro la personalidad indómita del individualista lobo hispánico sabrá resurgir de las cenizas de aquellos oropeles, muestra de la pasada grandeza de una nación orgullosa y contradictoria a partes iguales.
Y quizás en esta búsqueda introspectiva de las verdaderas causas de la postración del espíritu hispano hallemos la llave que nos permita abrir el mayor tesoro que a una nación pueda ofrecérsele : el rescate de su dignidad perdida, para así afrontar los retos que depara el futuro con esperanza, dejando atrás de una vez por todas ese sentimiento de acomplejada inferioridad que nos ha obligado a creer que no somos nadie y nos ha hecho actuar toda la vida de Dios como así fuese.
La rendición de Breda. Velázquez. Óleo sobre lienzo.


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