sábado, 27 de agosto de 2011

ESPAÑA DUERME LA SIESTA MIENTRAS CAEN CHUZOS DE PUNTA


Un artículo de Paqui Castillo Martín


Aquel cálido y largo verano de 2006, Marbella se convirtió en el punto de mira de un país perplejo que apenas volvía de echar la  siesta cuando el ex edil de la localidad entraba en prisión acusado de diversos delitos de cohecho y malversación de caudales públicos.
No obstante, Muñoz fue sólo uno de los más de noventa imputados que, durante el tiempo que duró la Operación Malaya, desfilaron ante el impasible juez Miguel Ángel Torres.
Cuando Muñoz fue detenido, Malaya ya iba por su tercera fase, pero en el preciso momento en que el ex regidor pisaba la cárcel de Alhaurín de la Torre, España entera despertó bruscamente a una realidad mediatizada por la telebasura que alcanzaba tintes de tragedia.
 Desde entonces no ha pasado día en que la corrupción inmobiliaria, el fraude al fisco y el cobro de dinero bajo cuerda no hayan puesto en entredicho la supuesta honradez del estamento político.
Félix de Azúa ha inventado un nombre para un fenómeno si no nuevo, si más conocido ya por el español medio como parte  inmanente de su bagaje democrático: cleptocracia. Me parece un término dolorosamente adecuado para una sociedad que, en los tiempos que corren, se queda dormida mientras los guardianes de lo público se llevan a Suiza la alcancía con los ahorros de los sufridos contribuyentes.
Casi cada provincia del solar hispano tiene más de un municipio con las caras del concejo en el álbum de fotos de la Policía Nacional. Un vergonzoso recuerdo para la posteridad que me hace pensar en nuestra historia reciente, cuando el amiguismo caciquil funcionaba a las mil maravillas bajo la sacrosanta cobija de aquel Régimen de funesta memoria. Intentando huir de aquellos barros, hemos caído en estos lodos…
Hemos tenido tiempo suficiente para ir madurando el ideal democrático del cuerpo político pero, al parecer, algo ha fallado. Ese cuerpo necesita un chequeo urgente, una exploración profunda, porque está enfermo, no de una nadería cualquiera, sino del colosal raquitismo que no le ha dejado en pie, tras décadas de sistemática succión de sus sistemas linfáticos, ni la médula de los huesos.
Pobre democracia joven, cuyas tímidas raíces han fructificado en un país ladino y viejo. Las antiguas costumbres se han injertado fácilmente en el delicado tallo, como un cáncer tuberoso. Creo que el mal ya no tiene remedio. Ojalá me equivoque.
Porque mientras pienso en si tengo o no tengo razón, nuestros dirigentes, ya sean del equipo azul, ya sean del equipo rojo, montan el numerito sacándose unos a otros los colores. En lugar de responsabilizarse de la situación y de enfrentarla con vergüenza torera, unos y otros han iniciado un juego de tenis al que los pobres ciudadanos asistimos sin comprender si el lance ha sido set o falta. Cada nuevo escándalo urbanístico es motivo de persecución de un partido hacia otro y viceversa. Si ya es un oprobio que esta caza tenga como objetivo echar delitos tan graves en la cara del adversario, más lo es que no se institucionalicen medidas para frenar a los artistas del escamoteo.
La crisis. Parecía tan lejana… era cosa de unos cuantos bancos que no tenían las cuentas muy claras. Decían que venía de América, y como una potente gripe trasatlántica al final nos acabamos contagiando de ella. Me entra la risa floja cuando los políticos de uno u otro signo hacen llamamientos a la calma. Lo que nuestros gobernantes quisieran es administrarnos una buena dosis de Prozac con la que amodorrarnos frente al televisor de nuestros pisos hipotecados, mientras tras los cristales caen chuzos de punta. Muy al contrario, es tiempo de salir a la calle a manifestar nuestro desconcierto, nuestro desconsuelo, nuestra desesperación, porque la fiebre, para nuestra desgracia, nos sigue subiendo. Echemos mano de hemeroteca, hagamos memoria histórica, ahora que está de moda, y recordemos aquel nefasto Crack del 29: un primer golpe de tos que nos advirtió que el capitalismo financiero había tocado techo. Aún así, con él seguimos, revistiendo sus injusticias mundiales con políticas de protección social típicas de un welfare state derrochón, despreocupado y  más insolidario cada día. No hay derecho.
Acabo mi diatriba donde la comencé, en el antiguo reino feudal de Muñoz y Compañía. Tiene nuestro Sur un parecido sospechoso con la costa siciliana, y no sólo por los bellos paisajes agrestes de campo mediterráneo, de olivar y viñedo que hace unos miles de años nos trajimos de Roma. Marbella es el destino favorito de las mafias internacionales para invertir en lujo el deplorable objeto de sus tráficos. ¿Copiaremos también de Italia su modelo de justicia, que como apunta Félix de Azúa es uno de los más inseguros de nuestro entorno? Bien parece que la actuación policial, con su rosario de detenciones y operaciones con nombres altisonantes es sólo la minúscula punta de un sombrío iceberg cuyos hielos se ramifican por todas las aguas del planeta en contacto con tierra firme. España es el paraíso del clandestino que trafica con armas y con almas mientras pasea impunemente por Puerto Banús –pequeña Panormo– a lomos de un Ferrari Testarrosa ultima edizione.
Mientras me gano un pasaporte al infierno con estas denuncias, España, indolente, duerme la siesta. Es evidente que no me he tomado aún la dosis de Prozac ministerial que para mi edad y peso me recomendó el gobierno, y por eso todavía me queda lucidez suficiente para apagar el televisor y ponerme a escribir lo que ustedes están leyendo. Espero que no les haya hecho pensar demasiado: provoca arrugas, náuseas y alguna que otra úlcera de duodeno, lo tengo comprobado. Si notan alguno de estos síntomas, vuelvan a su sofá con el arrullo del televisor de fondo de pantalla protector de estómagos. Y, por favor, sigan durmiendo.


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