Es alguien a quien busco
desde siempre.
Sin yo saberlo, él sabía
que sería
él.
Él es una brújula
que señala al norte
pero tiene el corazón
en el sur.
Él es tan grato,
tan complaciente,
tan generoso,
tan amigo, tan fiel...
Él me sorprende
y cualquier pequeñez
la convierte en magia.
Él me da la mano,
me aconseja,
me respeta,
me escucha,
cree en mí,
me necesita.
A veces dice que me ama.
No con frecuencia,
porque piensa
que el amor no se dice,
se hace.
Él es valiente, vibrante,
algo soñador,
un poco despistado.
A veces hasta se olvida
su alma en los rincones.
Él tiene un ansia
infinita
por conocer nuevas cosas.
No es envidioso,
no le gusta la mentira,
no juega a guerras de niños,
no da puñaladas de trapo
por la espalda:
sus manos siempre están abiertas...
Él es tan noble;
su profesión es un servicio,
se entrega con bríos, pone en ella
su buena fe y sus recursos.
A veces le llaman loco,
pero él sólo sonríe.
Él es todo ojos, todo piel
en tránsito, espejo
de mis años pasados y presentes:
reflejo geminado de los venideros.
Si, cuando al cubrir el lecho
su mirada se derrama
sobre mi perfil ya reposando,
dormido,
dibuja una caricia,
de repente.
Él, en el fondo, es un romántico,
por mucho que no esté
dispuesto a admitirlo.
Allá, entre la música de jazz al fondo,
¿o quizás es el lento transcurrir del río?
Él me espera, y continuará esperando
aunque muera él o muera yo o muera el mundo,
hasta que dios se canse de soñarnos,
porque él es yo, y yo soy él, y
somos juntos o no somos;
entrambos laten
partículas heracliteanas de felicidad ignífuga.
Puedo verle, le presiento,
en la distancia ambarina, humus
primigenio
amanecer, él, el abismo, sus brazos.
Precioso :)
ResponderEliminar¡Gracias!
ResponderEliminarGracias por este instante mágico leyéndote.
ResponderEliminarDe nada. Gracias a vosotros que completáis el sentido de lo que pacientemente damos a la lectura los que escribimos.
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