martes, 15 de noviembre de 2011

SÓNNICA LA CORTESANA

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Paqui Castillo Martín
De las cenizas de aquel amor
florecieron los desvelos.
Macilento pecado
cometí al mirarte
de soslayo,
prohibida sombra,
agudo desmayo
del agua fría
quemando mis ropas
sucias, entregadas
al expolio de la carne,
a su goce satinado
casi inmaculado
de tanto olvido.
Y así, casi sin pensar
me volví incansable
como fantasma enhebrando
parches de recuerdos rotos
temblorosos e inciertos.
De las cenizas de aquel amor
florecieron los desvelos,
la búsqueda eterna
de la palabra no dicha,
arrepentida antes de venderla
en mi mercado de amantes.
Cuando toco a otro te siento
entre los pliegues de sus labios,
enternecidos por mis besos,
asombrados de mi tacto
límpido y frágil de virgen.
Y no saben, estúpidos, que son tu reflejo
acodado en la esquina de mi mirada turbia,
donde el hielo nace y el corazón esquiva
las vísceras de la turba impura.
En cada óbolo te imploro
en el ágora del pobre
en cada dracma la plata del rico
comprar quiere mi reino que es tuyo,
disfrazo con belladona el brillo
de desdén de mi ojo intermitente
de hetaira, poco más que agradable compañera
del que paga mis caricias,
oh Acteón, que tú despreciaste
aunque te fueron regaladas.
Corre el vino por mi vientre,
simiente de hombre, rubio trigo.
Otra bacanal en sacrificio de tu nombre,
gemido falso de vil ramera
pordiosera de tu boca,
última en escupir la primera piedra.
De las cenizas de aquel amor
florecieron los desvelos,
tú  eterno, y yo loca,
sisal y palma que cimbrea
al son del aire de fiesta,
balandro meciendo mi cuerpo dormido,
fingido espasmo de ardor doliente,
alto, sostenido, preclaro, mentira.

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