lunes, 4 de febrero de 2013

EL ESPÍRITU DEL VINO (ODA)


Paqui Castillo Martín

Cuantas veces me convoque
el espíritu del vino,
allí encontrará su alimento.
Oh, el viento...
Cuantas veces encalle
en sus calles con balcones,
allí habré de verte.
Piedra sobre piedra, inerte...
Cuantas veces encierre mi torre
en su laberinto,
allí sonará la guitarra mora.
En esta hora...
Corazón tu, que, clavado,
callado vas,
atiza el compás de mi memoria
con retazos de otros días.
Sonríe, tú que sabes, amigo
a la ventana entreabierta,
a la paloma en el alféizar.
Que yo me bajo aquí,
a caminar entre la yedra.
A escribir nombres con el barro,
a escarbar ecuaciones
con las púas de mi trillo.
Y luego agosto amarillo
pálido espejea
en los pinares de la sierra,
atisbo de pantano.
Verano...
Quizás, si lanzo la piedra
o escondo la mano
y luego la abro,
volverán, en torrente,
los recuerdos.
Aquel campo, aquella gente
noble y profunda,
aquellos cantares de gesta
al calor de las hogueras.


Patria dulce, moscatel
y granate derraman
ínfimos átomos,
vientre y sierra,
de aguas oblicuas.
¡Un latido! ¡Dos! La tierra.
Y luego el silencio de la noche,
células o simientes de hombres
soñando que sueñan
pueblos chicos que aún no existen.
La palma de mi mano abierta.
¿A dónde voy ya?
¿Quién me espera?
Me marché a donde marchó la primavera.
Y llevé conmigo, alegría,
una sombra; aún siento,
doquiera voy,
a mi viejo amigo
saltando loco en el pecho,
deseando volver algún día...

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