Miré mis manos vacías
y vi tu ausencia.
Sentí un vértigo,
un aciago pálpito.
Memorias nocturnas
acabando allende
donde comienza el día.
Y melancolía, caracolas
y barcazas, cielos
como copas de oro
ensortijado Helios
en brazos del sueño.
Horror con el crevar de albores:
miré mis manos vacías y vi tu ausencia.
Tu abrazo, antes cálido reducto
ahora tan frío,
vacío fuego, como fragua
helada por la guerra.
Esperanzas marchitas
sofocadas tras la puerta,
un vestido de novia
coronado de blancos racimos
corrompen los gusanos.
¡Y mis manos vacías,
y tu ausencia!
Morías
para permanecer en mi recuerdo
como mentira y como nunca,
apócope de nada.
Respirar, si puedo,
aunque me cueste
penas por llanto labriego
en rebeldía, ordalía
y espanto,
¡y mis manos vacías
y tu ausencia!
Procaz putrefacción
en ellas vía, miseria
en mis manos vacías,
yertas.
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