domingo, 30 de octubre de 2011

IMPERTINENTE, URGENTE, NECESARIA, LA VIDA

Un microrrelato de Paqui Castillo Martín

Yo era nada sin ti, amor mío. Nací en tus brazos, de tus besos, del deseo que se desprendía de tus ojos. Estabas tan triste aquella tarde, mientras mirabas la orilla del mar, y yo te soñaba sin saberlo aún. Entonces, de repente, nos acercamos uno a otro, nos reconocimos y comenzamos a caminar juntos por la blanda arena. Nuestras huellas dibujadas – ¡cuán pequeña la mía!- entre rizos de espuma y caracolas, y tú, y yo, y el mundo.
Anocheció. Y con la oscuridad y el calor de la tarde que moría, nuestros cuerpos enfundados en trajes de sal y bruma penetraron en las aguas. Glaciares y ríos manantiales, de un verde profundo y primitivo, sostenían nuestro peso liviano. Gozo antediluviano y en mis ojos un llanto cósmico de felicidad recobrada.
Te seguí en silencio, sin hacer preguntas. Encerré en mi maleta tu sonrisa, y la promesa de tu caricia que me servía de alimento y de vestido.  Al doblar la esquina,  perdí la noción de mi patria, de mi barrio y de mi casa. Tu hogar fue mi vientre, y tu simiente de hombre mi esperanza. Y, cuando te fuiste -¡hermoso era tu rostro en la muerte!- mi esperanza creció, grávida, con redondez de planeta. Estalló la creación como una sinfonía: roca o barro, sangre o célula. Y vi en otros ojos tus ojos mirándome de nuevo, triste, sabiamente, como aquella tarde en la playa, y en las pupilas niñas, recién nacidas, de nuestro hijo, impertinente, urgente, necesaria, la vida.
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