lunes, 26 de septiembre de 2011

ARACNE

Un relato de Paqui Castillo



Esta habitación alquilada es fría, gris, mínima, apócope de las mansiones señoriales en que solía entretenerse mi soledad misántropa. Teje la araña su cuerda sobre el techo, envolviendo mi pensamiento en espirales de hebras blancas, pálidas y lechosas como la aurora que quizás nunca llegue. El callejón inmóvil, sombrío, tras el ropaje misceláneo de la cortina de crespón púrpura, me espía, con sus luces de noche, con sus puertas abiertas al infierno de piernas sudorosas y alientos de marinero sobre cuellos sin rostro. Agonía deshecha en gritos de pesadumbre que fingen placeres de la carne yerta…
Mi alma viaja a rincones siderales, imposibles de hallar en  otra geografía distinta a mi carta de naturaleza soberbia y crápula. Si sólo ella estuviera a mi lado, si sólo ella contemplara conmigo los pesares de mi espalda encorvada, de mi pecho de cemento que late bajo orden del universo, marcapasos inventado por un gigante que sueña y tiene miedo de sí mismo, como yo al mundo, como yo al mar agitado, como yo a ella a quien quise.

Borracho, despierto, agónico, mi sed bebe en lamentos de otras vidas que no llegué a vivir porque estaba muerto. Cómo palpitaban en mi seno sus cabellos lacios tristemente negligentes, apoyada mi cabeza diminuta sobre su regazo inmensurable, mientras la sombra cubría de besos las esquinas donde mi piel no pudo acariciarla. Y hoy la veo enhiesta, con su busto de roca, una lágrima bordeando su irisada mejilla, reflejo de las luces de la siniestra barcaza que la arrancó de mi lado, transportándola a las orillas de un sueño eterno del que ya nunca se regresa.

Me he vuelto amargo, intolerable. Mientras, ella se despide de mí en su espejo tenebroso, árbol de remembranzas cuyos ácidos frutos precipitan mi huida hacia el ser o la nada. Rezuma de su tronco largo, añoso, una veta de vida que es su recuerdo centuplicado en mis ojos. Renace y se derrumba su densidad apenas presentida, su lento lenguaje sin palabras que se acomoda en el agujero negro donde antes solían dormir mi corazón y sus desvelos. Soy constelación derribada, estela del tenue musgo albarino que Aracne borda como un sudario de tegumentos vitales que me atrapará si, impulsándome con todas las fuerzas que restan en mi torso enamorado y minúsculo, emprendo el vuelo hacia su trampa, destino irreversible del Odiseo que me habita atrapado en el fondo de un vulgar cuerpo de insecto doméstico. 
Aracne vista por Benjamín Solís García

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