domingo, 16 de marzo de 2014

Castillos en Marte (novela por entregas)

Flor de almendro

Unos ojos enormes, violetas, me miran llenos de curiosidad. Es Yuok, que despierta a la vida y tan desnudo que tengo que darle calor con mis manos. Sus pequeñas alas están plegadas y parecen mojadas, pero poco a poco, a la luz del sol la transparencia de su cuerpo se va volviendo más oscura y consistente. 
-Tengo hambre, me dice.
Y su voz me parece la más hermosa del universo, porque Yuok es mío, sólo mío, míos sus ojos violetas y mío su cuerpo resplandeciente a la luz del ocaso. Instintivamente, le doy la flor prendida en la rama de almendro, para que le sirva de alimento. Me lame los dedos mientras lo hago.
- Los yuok son criaturas muy sensibles y ésa es la manera en que te agradece tus desvelos. Has de saber una cosa, Julia Martina: si el yuok muere, morirás con él; si vive, será merced a tus cuidados. Recuerda que si procedes correctamente te encumbrará a la gloria. Y su afecto por ti no tendrá límites. 
De la flor de almendro brota ahora una sustancia blanca, como leche materna, que mi yuok bebe con no poco placer mientras parece crecer como por ensalmo. Ya no cabría en mi mano, ya no cabría ni en mis dos manos juntas. Miro al Brujo Azul con cierto recelo.
-Es cierto. Los yuok crecen alimentados por el amor de sus amos. Se ve que ya le quieres un poco.
-¡Un poco! Le quiero ya con toda mi alma, con la misma pasión sacrílega con la que una vez me atreví a querer a...Papá.
Los ojos se me llenan de lágrimas. No hace falta decir nada más. 

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