domingo, 30 de octubre de 2011

HE TENIDO UN SUEÑO

Por Paqui Castillo Martín

aruasjf.wordpress.com


He tenido un sueño. He soñado que paseaba por un pueblo limpio, tranquilo y seguro. Donde las calles lucían y en los parques los niños jugaban, sonrientes y felices.

He soñado con flores en los balcones, con macetas en los arriates, con fachadas blancas que herían la vista. Un río de aguas cristalinas bajaba sierra abajo, tan puro que hasta el cielo sentía envidia.

He soñado que todos los hombres y todas las mujeres se afanaban laboriosos en el campo, y que había cooperativas en las que se transformaban los productos agrícolas.

He soñado con sinagogas y mezquitas, con zocos y barrios judíos, y con gentes de distintos credos y lenguas habitando en armonía. Miles de turistas, curiosos, no perdían oportunidad de fotografiar a tan felices habitantes de tan feliz predio. Allá arriba, en el cielo, las velas de los parapentes surcaban los aires. Un albergue hospitalario abría sus puertas a los pernoctadores; un libro de visitas dejaba la impronta de la firma de un viajero solitario.

He soñado con las ruinas de Nescania, y que bajo ellas estaba enterrada la semilla de un orgullo capaz de hacer a sus descendientes libres.

He soñado que había paz y esperanza, ilusión y dicha. Nunca una palabra se alzaba más que otra, ni nunca un vecino faltaba el respeto a otro en las asambleas públicas. Se escuchaban con gran interés las ideas de los demás y, aunque no se compartieran, se celebraba que los ciudadanos ejercieran el derecho a la palabra.

He soñado que no existían corruptelas ni componendas, ni promesas electorales, ni mentiras, ni parches, ni favores, ni amiguismo, ni paños calientes, porque no había políticos. El pueblo había decidido que todos, grandes y chicos, participarían en los asuntos del vecindario, utilizando para ello su tiempo libre y sus recursos.

He soñado y en la conciencia de que soñaba, soñé que quienes habían sido enemigos se daban la mano, y se abrazaban. Reinaba el alborozo: era un día de fiesta señalado, la Feria quizás, quizás Semana Santa, cualquier día del año probablemente, porque siempre había motivo para celebrar el estar vivo y el convivir bajo el mismo sol. Me miré al espejo y con sorpresa comprobé que de nuevo era una niña, que corría por la plaza y llegaba sin aliento al sillón de barbero donde mi padre me esperaba con los brazos abiertos, y sonreía. “Convierte en realidad tu sueño”, me dijo, antes de deshacerse su cuerpo como el humo entre mis manos.

Desperté, por desgracia, amigos míos, en este aquí, y en este ahora.

2 comentarios:

  1. ¡Muy bonito! Un sueño, tú lo has dicho...

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  2. Sí, por desgracia el despertar a la realidad cotidiana es un batacazo...

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