miércoles, 14 de septiembre de 2011

MADRIGAL ANDALUSÍ

Paqui Castillo Martín

Convoco a los espíritus alados del mar de trigo,
abril estremecido, el campo arde.
La tarde declina y espléndida, la luna llena,
ubicua y tersa, camina entre albayaldes.
Convoco a las rosas, cenáculo de olores
que cantan amadores a púrpuras mejillas,
varillas de metal oxidado, eco reduplicado
del soñador que siente tenue primavera,
tesón de quien espera sin ser esperado.
Convoco al extranjero y a su beso robado,
pendenciero enamorado, clavel, nardo y romero.
Convoco al aljibe en la huerta,
dintel de casa abierta, sonrisa en rostro,
maleta en ristre, eterno venir,
y ese ir sin nunca irse…
Convoco al aire de zambra
 del siroco granadino,
eterno fluir de la Alhambra
 en su patio moruno.
El agua traza redondeles argentinos
como mundos diminutos
segundos, minutos, tiempo de rezos,
olores, cerezos, cirios y brezos,
el cantar antiguo en gargantas nuevas,
pan exiguo del campesino sudoroso
cavando hermoso surco en las entrañas de la tierra.
Y, allá al fondo, la sierra,
filigrana mágica, pulso hondo
de caliza y de nostalgia.
Convoco verde espiga y blanco junco,
dedálico conjunto de prosas escogidas,
pasar la página la mano,
 gaviota, ignífugo vilano
ardiendo en ascuas bajo el cielo impoluto,
promesa cósmica del ínclito verano.

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