Un poema noctámbulo de Paqui Castillo Martín
La ciudad maldita,
este buen lugar donde las moscas vigilan sin tregua
el que yo gusto llamar mi morada
donde crecen sueños y palpitan
acuáticas nereidas.
En la blanca noche,
rugientes caballos como quimeras
cabalgan por la llanura
preñada de urbanas madreperlas.
(Pueblo, río, fuente,
profundidad, abismo, marea).
Como dentelladas son las pesadillas,
como cirios blancos,
como espuma de cerveza.
Y en la calle el infernal ruido
de mandrágora despierta
alacranes de verdes ojos
cromos infantiles,
chistes de tenderas,
juegos de cartas a media tarde
en el bar de la tristeza.
Un gitanillo sueña y canta
en el romance de su tierra.
(Pueblo, río, fuente,
profundidad, abismo, marea).
Llevo un torbellino de nostalgias
encerrado en la maleta;
verde mano, roja espiga,
pasillos vacíos de iglesia…
y mi buen maestro de escuela.
Calles gélidas de sueños rotos,
el alma prendida en una ballesta.
El gran teatro del mundo
hipócrita mascarada
y comparsa de feria.
Yo quiero volver a mi pueblo,
donde habita la pureza.
Lo quiero llevar en mi alma apátrida,
en mi corazón y en mi lengua.
Bienvenidos al blog donde los sueños tienen olor a nube de algodón de azúcar. Publicaremos en él cuentos y reportajes de marcado sabor literario, os informaremos sobre concursos, becas y otros recursos para artistas, así como de curiosidades y noticias relacionadas con el mundo de las letras.
domingo, 8 de abril de 2012
domingo, 1 de abril de 2012
LA ESFINGE
Un poema de Paqui Castillo Martín
Enterré la aurora con mis manos,
y de su pálido cadáver brotó la sangre,
borbotones de rosas incendiarias
que aullaban en la noche.
Y de su espectro, trasiego inacabado
de amargas horas,
ácimas como piedras de lava,
precipitóse en el abismo un rumor
primero sordo, mas nostálgico,
quizás sórdido, ingrato,
aquel deseo escondido
en cárceles de amor amanerado
que jamás se derramaron
en el undoso mar del implacable clímax.
Asesina de la turba,
manchada de rojas gotas frescas
bebidas con deleite,
perseguía ciega como Edipo
mi periplo hacia Tebas,
olvidada del mundo,
quizás disfrazada de alguien,
máscara y quimera, ramera entonces,
vileza de masacre,
corazón acusador nunca latido,
hálito de tísica,
deleznable átomo
de corruptible materia,
esperanza atravesada por la faca
de algún galán inoportuno
abriendo a dentelladas
las alcobas vacías,
discreta tregua,
marca de agua
en la cama del amante,
apenas una décima de segundo
acariciando sus dedos dormidos
mi cuerpo insensible y trágico de esfinge.
Enterré la aurora con mis manos,
y de su pálido cadáver brotó la sangre,
borbotones de rosas incendiarias
que aullaban en la noche.
Y de su espectro, trasiego inacabado
de amargas horas,
ácimas como piedras de lava,
precipitóse en el abismo un rumor
primero sordo, mas nostálgico,
quizás sórdido, ingrato,
aquel deseo escondido
en cárceles de amor amanerado
que jamás se derramaron
en el undoso mar del implacable clímax.
Asesina de la turba,
manchada de rojas gotas frescas
bebidas con deleite,
perseguía ciega como Edipo
mi periplo hacia Tebas,
olvidada del mundo,
quizás disfrazada de alguien,
máscara y quimera, ramera entonces,
vileza de masacre,
corazón acusador nunca latido,
hálito de tísica,
deleznable átomo
de corruptible materia,
esperanza atravesada por la faca
de algún galán inoportuno
abriendo a dentelladas
las alcobas vacías,
discreta tregua,
marca de agua
en la cama del amante,
apenas una décima de segundo
acariciando sus dedos dormidos
mi cuerpo insensible y trágico de esfinge.
![]() |
Fuente ilustración: http://www.ecured.cu/index.php/Esfinge |
Suscribirse a:
Entradas (Atom)