Sé que tus días y mis días serán desoladores,
que nuestras lágrimas, acuáticas y lóbregas,
marcarán nuestros caminos cenicientos,
y que de aquellos lodos de los que una vez vinimos
volverán a construirnos sobre cimientos de barro,
soplando el dios del pequeño universo
para que puedan respirar tu mundo y el mío.
Entonces te reclamaré, te pediré que vengas
al jardín escondido donde jugábamos entonces,
y sólo las sombras nos servirán de guía
de aquellos días que parecieron tan felices.
Y la nada, eterna enemiga de mi corazón
te llevará de la mano a nuestro encuentro
proclamando que fue verdad que nos amamos.
En mi vergel no hay luz, es cierto,
pero siempre un rincón quedará para tu recuerdo,
tu noble y alta frente besarán mis labios
una y mil veces, cadenciosa y eternamente.
Quedarás separado de mi presencia,
quizás escondido como un buen amigo
que espera agazapado para compartir su dicha.
Pero vendrás, así mi loco entendimiento siente,
volveré a estar contigo en la otra vida,
a escuchar tu voz de humilde fuente
donde antaño se aliviaban mis muchos males.
Tus manos como espigas están yertas,
ya no hay en ti brío ni lates como solías,
tu pulso y el mío marcando al unísono
caminos que entremezclados se abrazaban.
Surcaré tierras inhóspitas en tu busca,
marinero, por si acaso tu rastro deja
alguna huella que mi desesperación oriente.
Alma soñadora, tierna como un abismo
insólita, lunática, tan pequeña como yo misma.
Te sigo en la distancia y el olvido,
como nostálgica inocencia de un reino lejano que cobijaste con tus alas de pájaro herido.
Fuente ilustración: filoprofu.blogspot.com |
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