Bienvenidos al blog donde los sueños tienen olor a nube de algodón de azúcar. Publicaremos en él cuentos y reportajes de marcado sabor literario, os informaremos sobre concursos, becas y otros recursos para artistas, así como de curiosidades y noticias relacionadas con el mundo de las letras.
domingo, 20 de mayo de 2012
ROMANCE DEL REENCUENTRO
Una historia de amor inmortal por Paqui Castillo Martín
I
(En el altar de los lares, Penélope arrodillada implora a la estatuilla de barro que representa a Odiseo)
He venido ante ti con estos versos,
Odiseo, esposo mío.
¿Recuerdas, aún, la primera vez?
Nos mirábamos.
Mis ojos mansos, en la noche,
volaban sobre la blanca Itaca
dormida.
Velaba tu sueño
el canto del grillo,
de amor presagio.
Quizás transcurrieran segundos,
quizás eones.
Sólo sé que me deshice en tus brazos
y fui
parte del cosmos.
Lloré, creo,
tan sólo una lágrima,
pero ríos y
marismas engendraron
tus besos y los míos.
He venido ante ti con estos versos
por si me olvidaste.
Ayer, quizás hace mil años
te vi como entonces:
una casulla raída
y sandalias de esparto,
los mismos ojos viejos.
Glauco y oro
en ellos
se confunden y se mezclan
como hermanos.
¿Me miraste?
Sí, pero acaso no me veías.
Me marché en silencio
por la retorcida calleja.
Te dejé en el dintel del Hades
promesas, sonrisas
y un óbolo para el remero.
He venido ante ti con estos versos
a reclamarte sin derecho.
Probablemente has muerto
hace mucho,
pero todavía no lo sabes.
En mi corazón
pernoctan, irredentos,
tus latidos.
Mujer al fin,
te quise tanto
que aún en la otra vida
habré de amarte.
¿Regresarás?
¿Anunciará algún día Argos tu llegada?
Aurora, hija de Atlas,
alumbra de la nave
como alondra
su regreso
al regazo de la esposa.
El sudario es ya tan largo,
y mi mano tan nudosa...
¿He de perecer enredada
entre los hilos
que mueve y corta la parca?
II
(Penélope, al sonido de unos pasos, levántase y mira por el balcón hacia la playa)
Dime, ¡oh, Zeus!, padre de los dioses,
si mis ojos no me engañan.
¿No es ése Odiseo, en la orilla?
¡Argos ladra!
¡Presto! Mi palacio embelleced,
nobles antorchas,
con la luz de la esperanza.
Ha cuatro lustros
que no lucen
ni trono que un reino valga.
¡Teñid mis albos cabellos,
tañed el crótalo, la dulzaina!
¡Odiseo, nuestro padre,
está llegando a la playa!
Mi vestido...
que sus remiendos
cubran
conchas de fino nácar.
Nunca debe sospechar
el esposo
la miseria de Itaca .
¡Oh, Selene,
la del rostro ambarino,
que no perciba
en mi los afeites de Lesbos,
la belladona de Artemisio,
el carmín de Mitilene
el rubor de Dodona!
Prudentes pitias,
¡Cantad vuestros oráculos!
Mujeres espartanas,
¡Preparaos para el combate!
Llegado ha,
el hermano de leche de Alcinoo,
heredero de Perseo.
Oigo sus pasos,
gozosa corro al encuentro.
Pero, ¡mísera de mí!
¿Qué es lo que veo?
No puede ser este anciano
el rey de todo el Egeo.
III
(Odiseo a su esposa)
He venido ante ti con estos versos,
Penélope, la dulce.
Recuerdo aún la primera vez.
Nos mirábamos.
Tus ojos mansos, en la noche,
volaban sobre la blanca Itaca
dormida.
Velaba mi sueño
el canto del grillo,
de amor presagio.
Lloré, creo,
tan sólo una lágrima,
pero ríos y
marismas engendraron
mis besos y los tuyos.
Odiseo rey soy.
¿Aún te atreves a dudarlo?
Hombre al fin,
te quise tanto
que aún en la otra vida
te sigo amando.
He venido ante ti con estos versos:
aun espectro vagabundo
en amor quedo esperando.
IV
(Apoteosis)
En Sardes, un sepulcro
y en él de Odiseo enterrado
el su cuerpo,
que su alma
asciende hacia el Olimpo
en un carro triunfal
por caballos tirado,
mientras en Itaca Penélope
sigue tejiendo el sudario.
¡Habrá de guardarla Odiseo,
hasta el fin de sus trabajos!
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Me ha encantado como siempre. ¡Enhorabuena! Precioso el poema. Intensa e inquietante la espera de Penelópe y quizás siguió esperando hasta el fin. A otro, al que no volvió.
ResponderEliminarFueron tantos los que, cruzando los mares antiguos, se marcharon y no volvieron...Creo que Odiseo llegó tan cambiado que ya no era él mismo. Por eso ni su otra mitad lo conocía, a pesar de haber aprendido de memoria las líneas de su rostro amado.
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