Un poema de Paqui Castillo Martín
a las cosas de mi pueblo:
en el patio el naranjo,
en la huerta el limonero.
Un cantar en la sierra,
romano, morisco y vallestero.
La ribera del regato
eternamente florecida;
nardo, lirio, alelí
y amapola en la campiña.
Tardes suaves
de verano
y noches límpidas de invierno;
risas nuevas y antiguas,
ojos de dorado almendro.
En las
estancias
los espejos reverberan
rumor centuplicado de horas
macilentas.
Jarcha y moaxaja, aljamía
evanescente;
en alquimia decantado
el latín argentino de Séneca y
Trajano.
Sigue el
sembrador cavando
la entraña noble de la tierra;
tres rosas de sudor en la frente
y en la mirada una estrella.
En la escuela
el grave maestro
desgrana del hilo de la Historia
la lección del almirante Nelson.
Todo pureza, ingenuas pupilas
observan el pizarrón, el armario
viejo,
las ventanas como pátinas de nácar,
los libros de Platero y Clavileño,
los batallones de mosquitos verdes
volando en el paisaje abrileño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.