martes, 15 de abril de 2014

Castillos en Marte (novela por entregas)

El puente de los Corazones Olvidados

Hemos de seguir camino. Por arduo que parezca, por mucho que nuestras gargantas estén ensangrentadas por el polvo disperso en el aire que se cuela en nuestros pulmones y deja una sensación angustiosa en nuestros estómagos, Yuok y yo debemos seguir adelante. Ahora sé que soy un guerrero de luz; ahora sé que mi portaestandarte está en llamas y que tengo una misión que cumplir antes de regresar a casa. El paisaje nos mira y se ensombrece al vernos pasar, las grandes alas de mi pájaro dragón también están encendidas por el sol del ocaso. Parecen dos abanicos extendidos que pudieran cubrir con su estela al mundo. De repente me vuelvo a maravillar de lo mucho que ha crecido desde que el Brujo Azul lo depositó en mis manos, como encriptado secreto, junto a la flor del almendro que le sirviera de primer suero lactante. Bajamos otra vez para volar al filo de los despeñaderos, cuando, sin avisar, el magnífico animal se detiene en medio de la nada. Una extensión de prado y monte bajo sirve de fondo a sus hondas palabras:
-Caminaremos.
¿Cómo iba un Yuok del tamaño de una torre a caminar junto a una niña endeblucha y algo torpe, de paso corto y resuello miope? En fin...
- Caminaremos, Yuok. Tú pareces conocer esta historia mejor que yo.
- Nada esta escrito, Julia Martina y, sin embargo, todo lo está, dice mi dragón misteriosamente. 
Enfilamos la larga arboleda de rocas parecidas a álamos electrocutados. Los pasos de Yuok son suaves, muy suaves, cual si de nuevo fuese aquel bebé pequeñito que alentaba en mis manos. Y yo, como en los sueños más dulces, no tengo dificultad para seguirle. Es como si las plantas de mis pies llevasen inscrita una memoria de lo futurible. Hay que cruzar un puente, y no tenemos más remedio que hacerlo así, sin alas, me dice. No es cualquier puente. Es el Puente de los Corazones Olvidados. Lo conozco por las historias que Papá contaba en la barbería del castillo. Papá decía que habia que agacharse hasta rozar las manos con el suelo para evitar el maleficio. Un malvado sapo aparecía y devoraba el corazón de los niños buenos en cuanto intentaban cruzar el puente. Por eso Yuok y yo nos encogemos y ponemos nuestros corazones al resguardo, una mano sobre el pecho y la otra anudada en la mano del compañero. ¡Cuán grande es la suya! Como la de Mamá cuando me perseguía por los pasadizos para trenzarme los cabellos. Manos que no dan miedo porque nos quieren y nos conducen, pero cuya enorme extensión no podemos abarcar ni comprendemos. Manos de amor,envueltas en destinos inciertos, manos que sujetan el blanco lienzo donde comienza de nuevo mi vida antes de ahora y el pasado que murió y la potente semilla que cayó en terreno baldío y el deseo de nacer de nuevo antes de volver y los desafíos del caminar hacia adelante, siempre hacia adelante, a pesar de las horas y del cansancio y de las esperas y de las mentiras hacia adelante, cuidado con no mirar al sapo directo a los ojos, cuando Papá y yo nos queríamos y la barbería de paredes amarillas por el humo de los cigarrillos y las paredes color ojos de sapo y la mirada aguardentosa de Papá y el reproche en la punta de los labios de Mamá cuando el alcohol lo mandó todo al traste...tras de nosotros, la noche triste. Hemos cruzado.

domingo, 6 de abril de 2014

Castillos en Marte (novela por entregas)

Estandarte ensangrentado

Mi dragón y yo nos acercamos cada vez más a nuestro objetivo, la montaña gris. De vez en cuando, él se gira y me mira para transmitirme esa fuerza antigua que es símbolo del poder y determinación de los Yuok. ¿Quién sabe cuántos peligros nos acechan todavía? ¿Cuántas nubes de tormenta en el horizonte? Pero ya no tengo miedo. La fidelidad de mi dragón - pájaro es a toda prueba; resistiremos todos los asaltos.
- Tengo sed, Julia Martina, dice Yuok de repente.
Bajamos a ritmo trepidante hasta lo más profundo de un manantial semioculto entre unas gigantescas piedras. Yuok bebe, y yo le acaricio el lomo como quien mima a un potrillo recién domado. Tiene los ojos tristes; una lágrima cae al fondo del pozo y el estrépito es ensordecedor. 
-¿Por qué lloras, querido Yuok?, le pregunto. 
-Me acuerdo de mis hermanos. 
-¿Qué fue de ellos?
-Murieron en la Quinta Batalla Contra Papá. 
Ardo en deseos de saber.
-La Quinta Batalla fue la más cruenta de todas las batallas habidas hasta hoy. Ya por entonces, Papá comandaba a los ogros, los antibrujos y las bestias de los desvanes. Luego se sumaron los monstruos de los armarios, los parlanchines y las poderosas hijas de la Vieja del Óbolo. A cada uno de mis hermanos lo crió un humano, como tú a mí, Julia Martina. Yo aún no había nacido, pero ya era un Poyecto Universal y, como tal, los amaba, y ellos, que sabían que más tarde o mas pronto vendría al mundo, también a mí. Éramos una comunidad infinita en la que sólo faltabas tú. 
-¿Yo?
-Sí. Los humanos que criaron a mis congéneres eran poderosos castellanos. Los más fieros del reino, los guerreros más valientes. Como tú que has dejado atrás todo aquello que amas y vas a enfrentarte con tus propios miedos. Es necesario tener mucha luz para intentar eso.
-Sin ti no podría. 
-Si podrías. Podrás cuando yo te falte.
-Ni siquiera se te ocurra pensarlo...
-El enemigo al que nos enfrentamos es terrible, Julia Martina. En la Quinta Batalla, Papá conjuró la Magia Obscura y destruyó el amor que conecta a todos los seres vivos.
-Tus hermanos...
-Sí. Todos los Yuok nos alimentamos del amor de nuestros dueños, y del que nos profesamos unos a otros y a la Madre Naturaleza. El hechizo tuvo tales dimensiones,  que Marte quedó desolado. Fue como tras una explosión atómica. Más alla del puente donde campa la vieja del óbolo quedaron las ruinas de algún castillo, la broza del antiguo bosque, la cabaña del brujo azul con su decrépito inquilino, la semilla de mi proyecto universal y nada más...
-¡Yuok! Lo siento tanto...
-En cambio, quienes viven del odio se hacen cada día más fuertes allá, del otro lado, en la montaña gris.
-¿Cómo murió Papá? 
-Mis hermanos tambien se unieron y conjuraron al Amor con la intención de presentar batalla. Los yuok vencieron a Papá, pero no a sus hordas. Un resultado incierto y cientos de miles de cadáveres desparramados sobre un campo de Marte. Y el amor de mis hermanos como un estandarte ensangrentado, clavado en el pecho de Papá...
Ahora soy yo la que está llorando.
-Cuánto sufrimiento en vano, Yuok.
-Nada comparable al tuyo, Julia Martina.

Granada

Yo he visto Granada en sueños. Era etérea, frágil, un caballo errante en la memoria. Llovía. Apenas unas gotas de rocío impregnaban las farolas, el capó de los coches, mis ansias de volar y los campos de madrugada. Granada era un desierto poblado de rosas, de marquesinas rojas a media luz de gas, una entelequia sin nombre. Granada era yo y no lo sabía, y no quería saberlo, sólo sentir la noche y la lluvia en mi rostro, la desesperación y la esperanza absolutas, el muecín en el alto mihrab y la Alhambra solitaria como una estampa encantada. Allí, bajo todos los nombres del rezo, latines, hebreos y árabes bautizando el alba de oraciones de mezquita. Allí Granada era un albo copo de nieve, transparente como lágrima sin beso, alquimista de amaneceres y promesas, artificio, sombra...
Granada me esperaba rodeada de un halo de misterio, como una mujer en su castillo encerrada, inz al-mara contoneante con su talle de avispa envuelto en nácares e inciensos. Allí amé una vez, y yo no lo sabía. Me enamoré del manantial profundo, del rescoldo en la penumbra y del murmurar en la fuente. Granada eran unos ojos negros, el ala de una leve gaviota y el abanico de plata en el zoco. Y mil soldados sarracenos...Granada eras tú, y yo no lo sabía. Tan sólo sentí al imán que me nombraba al recitar los versos coránicos que llevan tu nombre.
Yo he visto Granada en sueños.

viernes, 4 de abril de 2014

Mi terror

Y cuando te alzas,
negra noche,
amaneces en otros mundos
y entonces mi terror es atroz.
La sirena se ha cansado, 
son fuentes sus ojos;
no sabe que, varada,
morirá en la orilla,
olvidada.
Y entonces
mi terror es atroz
cuando desde la montaña
se alzan ecos divinos
y yo no los comprendo
porque soy pequeña, 
individua y finita
y entonces mi terror es atroz
cuando lo prosaico desborda
galaxias y días
y yo quiero saberlo todo,
y sentirlo todo,
y entonces mi terror es atroz
porque no tengo un mal
mendrugo de pan
que llevarme a la boca
y mi alma está rota
y el mundo gira en torno mío
y aúlla. 
El amor es mentira;
los hombres, pordioseros
reclamando halagos
y mercadeando dádivas. 
Mi frágil silueta
aqui aprisionada entre cielo y tierra
caminando 
a punto de obscurecerse
tiembla.
El tiempo llega y se marcha,
bombea con su parsimonia de corazón
antiguo
y no sabe de derrotas
porque sigue aquí
a pesar de sí mismo.
Y entonces mi terror es inmenso.
Creo que hay un dios a veces, sólo a veces,
como cuando la luz intermitente
de los semáforos
se refleja en las ventanas.
No tengo hambre ni sed.
Quizás estoy muerta.
Quizás nunca nací
y no hay ya quien me diga
indigna soledad del desahuciado:
vete, no existes, eres mal profecía, 
pesadilla goyesca.
Y entonces,
mi terror atroz no es mío,  
es tuyo, que me sueñas. 

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